domingo, 15 de julio de 2012

Cuando descubrí a Víctor Jara


"A la edad de 12 años, cursaba el séptimo año de educación básica y mi clase se dividía entre los que preferían la música de Queen y los que optaban por la de Kiss. Mi corazón estaba con los ingleses y su "Bohemian Rhapsody"En eso estaba, cuando una mañana me miré al espejo y noté que un incipiente bigote se iba instalando en mi cara. La pubertad había llegado para disputarle su lugar a la infancia.

Cuando estaba en octavo básico, un día hurgando entre los discos de mi papá, encontré uno que se llamaba simplemente “Víctor Jara” era del sello Demon, y fue el detonante para que de manera inclemente se quedaran atrás los juegos infantiles. La ausencia de juguetes y el bigote, eran signos claros de que la pubertad le había ganado la batalla a la infancia. La adolescencia y sus conflictos habían comenzado. 

Fanático de Queen como era, este disco de Víctor Jara, había venido a cuestionar todo lo que eran mis gustos musicales. La profundidad de la letra de “La luna siempre es muy linda”, la tristeza y la rabia que me provocaba “El arado”, junto con la alegría de “La cocinerita”, sin duda eran joyas.

Mi madre me contó que muy cerca del lugar donde estaba sepultada su mamá, mi abuela, estaba la sepultura de Víctor Jara, desde entonces, cada vez que iba al cementerio, pasaba a dejarle una flor a Víctor. De la historia del horrendo asesinato de Víctor Jara, nada me comentó. eso lo descubrí más tarde.

Seguí escuchando a Víctor, él fue aire fresco que entraba a mi cuarto, pero que no se podía compartir, era peligroso, estaba prohibido.

A esa edad, el mundo comienza a mostrar su rostro menos amable, y comencé a tomar conciencia de que en el país se vivían situaciones que no eran del todo gratas, en lo que podía comprender a esa corta edad, y en una familia que no hablaba de política, entendía que la economía iba rumbo al despeñadero. Mi padre había perdido su empleo y enfrentábamos por primera vez como familia, la cesantía.

Terminé la enseñanza básica y comencé mis estudios secundarios en el Liceo Alberto Hurtado.

El primer día de clases, nos hicieron formarnos por cursos en el patio, para comenzar el acto de inauguración del año escolar. De los parlantes del liceo, se escucharon los primeros acordes del himno patrio y comenzamos a entonarlo. Todo era normal, hasta que llegamos a la estrofa de “O el asilo contra la opresión”, momento en  que se corta el audio y no cantamos la estrofa aquella de “vuestros nombres valientes soldados” la cual en mi colegio anterior (municipalizado) era recurrente cada lunes.


Esto de formarse y entonar himnos, no volvió a repetirse sino hasta la inauguración del siguiente año escolar. Los alumnos no vestíamos uniforme, y había en los patios jóvenes cantando, leyendo, discutiendo, pintando, era una ventana que se habría a la cultura y que venía a complementar un trabajo social y una incipiente militancia política en la población.

Con los años, este aire freso que era Víctor Jara, esa brisa imperceptible, se había transformado en una ventolera, en un viento desatado, que me tenía en la acción, organizado, desarrollando trabajo político, luchando por el derecho de vivir en paz.

Víctor, siempre fue un ejemplo, un ejemplo de vida, de lucha y de superación.
Víctor seguía vivo en el trabajo de su Partido y sus militantes.
Víctor estaba vivo en un pueblo que despertaba, se organizaba y luchaba.
Víctor estaba vivo en el canto valiente de tantos, ese canto que siempre será canción nueva.



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